Probamos Doom: The Dark Ages – Espadas, Escudos y muchísima locura

Probamos Doom: The Dark Ages – Espadas, Escudos y muchísima locura

Lo estábamos esperando y ya está aquí. La franquicia de Doom vuelve pero con un toque más medieval. Bueno, medieval pero a su manera. Doom: The Dark Ages tira más a lo medieval de lo que todos pensábamos. El Doom Slayer se mueve ahora por una especie de Edad Media donde ha llegado la tecnología más avanzada de la aniquilación de demonios. Sigue habiendo robots enormes y armas que funcionan con esferas de plasma, pero también NPCs equipados con cotas de mallas y armadura, castillos, fortalezas y magia. El nuevo juego de la franquicia es tiene un pie en la fantasía medieval y otro en la ciencia ficción.

Nuestro Doom Slayer favorito está atrapado en esta Edad Media tuneada, y avanza con un escudo brutal. Este nuevo accesorio es clave en la aventura. Sirve para bloquear daño y tiene un sistema de parry más simple que el mecanismo de un chupete: esperas ataques iluminados en verde, los bloqueas/rebotas y lías el taco. Pero nuestro nuevo escudo tiene más funcionalidades. Puedes lanzarte contra los enemigos como si fueras un miura o abrir un camino secreto del escenario, literalmente te hace volar por el mapa como una apisonadora sagrada reventando cabezas y abriendo caminos. Desde el primer momento que empiezas a utilizar estos combos solo te puedo decir que mola, mola mucho. Y cuanto más avanzas, más locuras haces.

Es posible que esto suene confuso, pero realmente la mecánica es fácil. Los enemigos y algunas partes del escenario tienen armaduras o escudos, y cuanto más les golpeas, más se “calientan”. Cuando están al rojo vivo les tiras el escudo y esto generará una explosión en cuanto colisione con el metal caliente. Si es del entorno, esta mecánica corta cadenas, baja puertas o suelta cajas. Si lo estás usando en una pelea, cuando ves un grupo de malos con escudos, los golpeas y pones rojos, y los haces volar por los aires con un lanzamiento de tu escudo. No te preocupes que vuelve solo y no tienes que ir a recogerlo.

Y aquí es donde brilla la nueva entrega de Doom, en ese preciso momento. Enemigos volando por los aires, soltando balas, vida y mejoras para el escudo. The Dark Ages vive para eso y te lo festeja con un sonidito de caja registradora cuando clavas esta acción. Es como hacer un perfect. Como cuando en la bolera haces un strike y vacilas a tus amigos. Es muy divertido. Un shooter que no para de ofrecerte adrenalina y al que te cuesta dejar de jugar. Es curioso pensar que From Software quitó los escudos en Bloodborne porque hacían a los jugadores jugar de forma muy defensiva. En estos juegos, pues igual tiene más sentido, porque todo te mata, todo te afecta, en Doom el escudo es un arma más. Un arma muy potente, un agente del caos.

Es la noche y el día. No te escondes tras tu escudo, si que eventualmente lo usas para protegerte, pero casi todo el tiempo lo usarás para avanzar más rápido y hacer explotar enemigos en área con poderosos golpes. Los ataques rebotan más rápido de lo que llegan, el golpe es casi un teletransporte, y el lanzamiento es arma y llave para puzles, activando interruptores lejanos, abriendo portales o poniendo en marcha diferentes máquinas. Cuando se usa bien, el escudo te hace sentir imparable, y no porque pare ataques. Es puro ataque, siempre. Parar es lo de menos.

¿Por qué le estamos dando tanto bombo al escudo? Pues porque éste es clave en un juego donde los desarrolladores querían cambiar el rumbo de la franquicia. O más bien, volver a lo que teníamos en el pasado. Un shooter más pesado, menos loco, más de estar plantado en el suelo. El Slayer es un tanque otra vez. Los proyectiles van lentos para que los esquives o los bloquees. Todo pasa a la altura de los ojos, sin saltos dobles locos que te descentren. Pero, que no cunda el pánico, The Dark Ages no es shooter lento. Es táctico: tienes que decidir a quién matas primero y cómo. Los niveles tienen zonas abiertas gigantes, casi campos de batalla, con enemigos apareciendo por todos lados y tú limpiando el terreno. Algunos enemigos son carne de cañón, puestos ahí para que los explotes de un golpe cuerpo a cuerpo o con tu escudo. Otros no caen con ciertos ataques, así que tienes que calcular qué les hace daño y guardar tus energías para darles con todo, cuando bajen la guardia o recarguen sus ataques. Otros te obligan a limpiar el terreno antes. No es disparar a lo loco, es disparar con cabeza. Muchas veces hay que eliminar en un orden, y encontrar ese orden te deja improvisar y probar cosas. Ahí te sientes un crack por hacer algo guapo.

Y sí, hay más foco en el cuerpo a cuerpo: tres armas distintas, cada una con sus mejoras y sus recargas. Pero ojo, aquí el cuerpo a cuerpo parece disparar, porque es Doom. Entonces piensas: vale, ¿cómo mato a estos? ¿Con pistola, donde las balas son balas? ¿Con el escudo, que es como un proyectil? ¿O con un golpe o ataque cuerpo a cuerpo, donde tú eres la bala? Todo encaja de lujo, y eso sin hablar del BFG reinventado, que es tan brutal que no lo destripo aunque quisiera. Tienes que verlo.

Como ves, todo cuaja. Y sobre este diseño simple pero listo, los de Doom meten un montón de extras chulos. Matanzas gloriosas con cámara lenta. Armas cuerpo a cuerpo, como un mayal que es una pasada. Mejoras para el escudo, como que las paradas suelten un temblor que descoloca a todos cerca, o una torreta automática, o alguna burrada más. Tienes todas las armas que quieras sin recargar: escopeta, lanzacohetes, una que hace virguerías con láseres y otra donde metes calaveras y sale metralla. Los enemigos son demonios gigantes, bichos mitad cangrejo, cultistas voladores con capucha y mil cosas más. Lo que más me flipó —no me lo esperaba— fue un puñado de tentáculos saliendo del suelo.

Esos enemigos llenan pasillos y arenas de mata-todo en una campaña con niveles que te pasean por iglesias chungas, bosques malditos, cuevas, astilleros y demás. Muchas zonas son más abiertas que en cualquier Doom anterior. Hay llanuras arrasadas y desiertos infernales que recorres mientras el nivel avanza, con enemigos en plan ejércitos en marcha. Es épico, un salto para un juego que antes iba de pasillos y sustos, pero casi nunca se pasa de frenada y te frena mientras machacas. No se vuelve un agobio.

En el fondo, los niveles son puro movimiento rápido de una sala de matanza a otra, con algún puzle suave y la promesa de zonas secretas. El juego está a tope de secretos, y entre medias hay descansos como peleas en mechas gigantes con controles de boxeo o momentos que… no, no los destripo. Son geniales y le dan variedad al tiroteo y los puñetazos. Puede ser más enraizado, pero no para de correr.

A veces, la campaña de The Dark Ages parece menos un ajuste de mecánicas y más una locura de guionistas de un dibujo animado, todos queriendo molar más. ¿El Doom Slayer pilota un robot gigante y destroza edificios? Vale, pero que tenga una pistola igual de enorme. ¿Y con esa pistola? Solo al final parece que se quedan sin ideas frescas, y para entonces ya estás en la recta final, un pelín larga.

En diseño, mola que hablen de volver a los Doom originales, porque me recuerda más a juegos inspirados en esos, como Painkiller, con sus espacios abiertos y su carnicería creativa, cortada por puertas de todo tipo. ¡Y esas puertas! Son un guiño a que Doom es de otra época y no lo esconde. Hay llaves azules y rojas para buscar, como en Gauntlet. Y senderos de oro con marcadores que te guían por los mapas más liosos, como Mario pillando monedas. ¿Mario, Painkiller, Gauntlet? Algo hay. Pero, sobre todo, es Doom. The Dark Ages está pulido, pero es Doom puro, desde cómo la cámara se mueve siempre palante hasta cómo cambias de arma cuando te quedas seco.

El escudo es la estrella de The Dark Ages. Hay algo más profundo en todo esto, una conexión. ¿Qué hay más divertido y sano que una noche reventando enemigos como si fueran bolos? Y en 2025, suena raro, pero ¿qué hay más divertido y sano que Doom?

Soy un apasionado de los MMORPG. He jugado a casi todos los que han visto la luz. Al final, cambié muchas de las horas de vicio por compartir noticias y contenidos sobre este mundillo.

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